El mester de Clerecía
El auge económico y social del siglo XIII lleva aparejado un desarrollo cultural que permitirá la escritura y difusión de libros cultos ya no solo en latín, sino también en castellano. El uso de la lengua romance no es ajeno al interés práctico de muchos de estos textos, puesto que sus autores quieren que sean conocidos por el pueblo llano.
Son obras escritas por autores cultos, habitualmente clérigos, sujetas a una técnica poética precisa. Frente a la poesía juglaresca, estos textos no están concebidos para el canto y su métrica está bien determinada: estrofas de cuatro versos de catorce sílabas con fuerte cesura intermedia. Esta estrofa se llama cuaderna vía.
Los temas son normalmente religiosos, aunque también hay poemas de contenido histórico o novelesco. Todos tienen en común su intención didáctica, generalmente unida a los intereses de los monasterios, diócesis, órdenes religiosas o de la Iglesia en general. De ahí la abundancia de colecciones de milagros o vidas de santos.
Este interés propagandístico explica el estilo familiar, sencillo y ameno de muchas de las obras y el empleo de recursos técnicos juglarescos con los que atraer el interés del auditorio.
Pero no solo el mundo eclesiástico tiene cabida en estos textos. El carácter culto y erudito del mester de clerecía queda de manifiesto en tres poemas anónimos del siglo XIII: el Libro de Apolonio (moralizante poema de aventuras), el Libro de Alexandre (sobre Alejandro Magno) y el Poema de Fernán González.
Pero es la obra del riojano Gonzalo de Berceo la más destacada del mester de clerecía durante el siglo XIII. Clérigo del monasterio de San Millán de la Cogolla, pretendió con sus escritos convertir su monasterio, ubicado en la ruta del Camino de Santiago, en lugar de peregrinación, además de solicitar directamente que los pueblos tributarios del monasterio cumplieran económicamente, lo que no parecía que hicieran con entusiasmo.
En su producción destacan vidas de santos y obras marianas (dedicadas a la Virgen). A este último tipo pertenece su obra más conocida, Milagros de Nuestra Señora. Es una colección de relatos, muchos de ellos inspirados en otros que en la época gozaban de gran popularidad en Europa, en los que la Virgen aparece como intercesora de los humanos, con arreglo al nuevo papel de María en la sociedad medieval. De campesinos a obispos, todo el espectro de la sociedad medieval aparece dominado por los poderes sobrenaturales de la Virgen. El propósito no es otro que el de la preservación del orden establecido, invocando la posibilidad del milagro cotidiano y de una vida eterna o, por el contrario, de un castigo ejemplar.
La obra del clérigo riojano se insertaría dentro de la campaña pedagógica de la Iglesia de entonces - en una Europa no tan uniformemente cristiana como se suponía-, espíritu de misión que no renuncia al uso psicológico del miedo.
Por otro lado, las obras de Berceo ofrecen también preciosa información sobre la religiosidad popular, pues las colecciones de milagros y vidas de santos son incomprensibles sin la referencia a la mentalidad de las gentes. Estos escritos tienen realmente dos caras: producto de la élite cultivada, reflejan también las creencias y las prácticas del pueblo llano.
El mester de clerecía sigue vivo durante el convulso siglo XIV. Tres grandes y muy distintos poetas castellanos nos proporcionan sus obras en esta época: Juan Ruiz, con su Libro de Buen Amor, Pedro López de Ayala y Sem Tob de Carrión.
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