El romancero viejo

 


Se denomina Romancero viejo al conjunto de romances que se cantaban a finales de la Edad Media. Algunos se han conservado escritos a partir del siglo XV y, sobre todo, en el XVI, bien junto a otros muchos poemas en los cancioneros manuscritos o impresos, bien en colecciones formadas exclusivamente por romances denominadas romanceros, bien en pliegos sueltos.

De este modo, el Romancero viejo tiene una doble condición: es un género de origen oral y popular a finales del Medievo, pero está sometido también a las determinaciones de los textos escritos, pues fue recopilado para ser leído por un público aburguesado e incluso cortesano ya en los albores del Renacimiento, época en la que se produce una revalorización culta de lo popular. Esta revalorización se prolongará durante los siglos XVI y XVII y permitirá que los poetas más eminentes de estos siglos (Cervantes, Lope de Vega, Góngora y Quevedo...) continúen cultivando el romance. El corpus de romances escrito por los poetas cultos constituye el Romancero nuevo. 

ORÍGENES DE LOS ROMANCES

El origen de los romances a fines de la Edad Media parece situarse en la descomposición de los grandes poemas épicos. Al segmentarse definitivamente los largos versos de los cantares de gesta, los hemistiquios iniciales habrían dado lugar a los versos impares sin rima de los romances, mientras que los pares asonantados de estos procederían del segundo hemistiquio de los versos de la épica y de ahí que conserven la rima. La tendencia creciente de los cantares de gesta a los versos de 16 sílabas justificaría esta forma octosílábica de los romances. 

Hay quien piensa que el romance nace como género originalmente independiente de los cantares de gesta, fruto de la invención de algún poeta, lo que explicaría la abundancia de romances líricos y novelescos. 

Por otra parte, además de que no es siempre evidente la distinción entre romances líricos y narrativos -pues lo narrativo nunca se presenta de forma pura-, muchas son las características que acercan el romance a las cancioncillas de la lírica tradicional. 

CARACTERÍSTICAS ESTRUCTURALES Y FORMALES

Los rasgos formales y estructurales del romance viejo vienen muy condicionados por la transmisión oral y por su relación con lo épico y lo lírico. La recreación constante de los romances a través de su difusión oral hace que existan numerosas versiones de un mismo romance. 

Los recursos formales más frecuentes son las repeticiones, las enumeraciones, las antítesis, la alternancia de los tiempos verbales, el uso de epítetos épicos, las llamadas al oyente, los diálogos, la sencillez sintáctica y la ausencia de metáforas complejas. 

Por tanto, los romances se caracterizan por su aparente claridad y sencillez. Pero ello no quiere decir que no haya una expresión elaborada. El poder expresivo de los romances se consigue mediante la concisión, la concentración, la sugerencia emocional. De ahí el fragmentarismo de los romances: en muchos de ellos la acción se inicia o se termina de forma abrupta; son característicos los comienzos in medias res y los finales truncados. Ello supone que los romances son estructuras narrativas abiertas, con gran variedad de temas o motivos, lo que facilita la innovación en su transmisión oral 

EL SENTIDO DE LOS ROMANCES. SU VISIÓN DEL MUNDO

La oralidad condiciona no solo las peculiaridades formales y estructurales de los textos, sino su propia visión del mundo. Esa capacidad adaptativa al mundo del que brota es característica del romance desde sus inicios, y, efectivamente, ya desde sus orígenes pueden notarsed algunos otros rasgos fundamentales del Romancero viejo que estarían relacionadas con la realidad de la que surgen: el narrador objetivo e impersonal, la falta de didactismo y referencias religiosas, la abundancia de preguntas y respuestas intensamente dramáticas en los diálogos, los frecuentes finales trágicos, el recurso esencial del símbolo. 

Con la desaparición del narrador y de sus moralizaciones, los romances comienzan a alejarse del mundo típico medieval. Los héroes son lanzados a una vida conflictiva en la que se encuentran solos en un entorno que, habitualmente, les es hostil. Dialogan, se hacen preguntas, dudan, sueñan, intentan interpretar los símbolos, quieren salir de su soledad, pero marchan las más de las veces hacia un destino trágico o de frustración. El fragmentarismo formal de los romances y la preferencia por versiones más breves, cortadas repentinamente por un final dramático, acentúan esa impresión de protagonistas abocados a un destino incierto. 

Temáticamente suelen clasificarse en: 
  • romances de tema épico castellano
  • romances fronterizos o moriscos, que desarrollan escaramuzas guerreras entre moros y cristianos en las guerras de frontera, o bien cantan la caballerosidad y el refinamiento de los moros.
  • romances de tema épico francés
  • romances novelescos o líricos (temas bíblicos, mitológicos, históricos o inventados)


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