SIGLO XV: LA SOCIEDAD Y LA CULTURA

 


ECONOMÍA Y ORGANIZACIÓN SOCIAL

La disgregación del mundo medieval, anunciada en el siglo XIV, se acentúa considerablemente en la siguiente centuria, verdadero otoño de la Edad Media. Políticamente, se produce una tendencia hacia la concentración del poder monárquico en casi toda Europa Occidental. Si el poder político había estado en buena medida disperso entre los feudos y las corporaciones, progresivamente va a concentrarse en manos del rey. De modo paralelo, frente al carácter local de la sociedad medieval, la expansión  de las vías de comunicación y de los medios de transporte y el auge comercial propiciarán el surgimiento de actividades mercantiles que rompen las barreras de gremios y ciudades. La organización y protección de este comercio más amplio excede el gobierno local, por lo que - en competencia y lucha con la nobleza- su aliado natural fue el poder regio. De esta manera, se abre el camino, en detrimento del poder de la aristocracia y la Iglesia, al absolutismo moderno, que caracterizará buena parte de la política europea occidental del siglo XVI. 

Se observa asimismo una honda crisis en las relaciones sociales estamentales. Por otro lado, el desarrollo de la agricultura, la ganadería, la industria (sobre todo la textil) y el comercio lleva aparejado el crecimiento de la clase burguesa y la difusión de su mentalidad y sus valores: la individualidad e independencia de los seres humanos, la ganancia, el provecho económico, la importancia del avance científico y técnico, el ansia de conocimiento...

La actividad mercantil hace el mundo más pequeño, las distancias se acortan y todo va tomando una dimensión humana y abarcable. Comienza la era de los descubrimientos y las aplicaciones de los grandes inventos: la brújula, la pólvora...

LAS IDEAS Y LA CULTURA

En el plano cultural, tiene una gran transcendencia la invención de la imprenta, atribuida al alemán Gutenberg, quien hacia 1440 habría ideado el procedimiento de impresión con caracteres móviles metálicos en relieve, que, a diferencia de los de madera, podían ser reutilizados muchas veces. La nueva técnica se extendió con rapidez por toda Europa. Todos los libros impresos durante el siglo XV, por su particular valor y rareza, reciben el nombre de incunables. 

Al descubrimiento de la imprenta no fue ajena la difusión del papel, originario de China y cuya fabricación se extendió con la conquista musulmana. 

La imprenta y el papel supusieron el abaratamiento de los libros y su difusión en numerosos ejemplares, lo que permitió que quedaran al alcance de un público mucho más amplio. La lectura se fue convirtiendo en una actividad individual, muy en consonancia con el nuevo espíritu de los tiempos, y a ello contribuyó también el invento de las lentes para gafas, fruto del interés en los últimos siglos medievales por los fenómenos ópticos, como prueban vidrieras y rosetones de las catedrales góticas. Hacia el siglo XIII se tallaron ya las primeras lentes y su técnica de fabricación avanzó con rapidez, elaborándose pronto anteojos, telescopios y gafas, lo que hizo posible que más personas tuvieran acceso a la lectura de libros. Con todo, la literatura oral y la lectura en voz alta convivirán por mucho tiempo con la lectura en soledad. 

Por entonces se desarrolla y expande desde Italia el Humanismo, un movimiento cultural que, lejos del teocentrismo medieval, tiene al hombre en el centro de sus preocupaciones. Se revaloriza el cultivo de las letras y de las bellas artes, se vuelven los ojos hacia la Antigüedad clásica y se escribe tanto en latín como en las lenguas vernáculas. 

Esta efervescencia cultural humanista trae de la mano unos valores antropocéntricos acordes con los pujantes ideales burgueses, al tiempo que, enarbolando la razón, se abre paso una perspectiva secular que va a lograr socavar el monopolio cultural de la Iglesia. Así pues, paralelamente a lo que sucede en los ámbitos político y económico-social, la cultura medieval conoce una auténtica convulsión que anuncia una nueva época. 

Son numerosos los humanistas italianos relevantes: Lorenzo Valla, León Alberti o Leonardo da Vinci. En las letras castellanas descuellan nombres como los de Antonio de Nebrija, Jorge Manrique o Fernando de Rojas. En otras literaturas aparecen también figuras importantes, como François Villon en Francia o Ausias March y Joanot Martorell en lengua catalana. 

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