HAIKU
Es un poema breve. Consta de 17 sílabas, repartidas en versos de 5, 7 y 5 sílabas, por este orden:
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Sin embargo, en la propia tradición japonesa no se acata de un modo estricto este patrón: el mismo Bashó —padre del género— lo trasgrede en numerosas ocasiones. Por lo que respecta al fondo, el haiku es —en palabras de Bashó— «... simplemente, lo que está sucediendo en este lugar, en este momento».
En Introducción al budismo zen, M. Antolin y A. Embid hablan del haiku como de «una percepción súbita, un relámpago de intuición»: «El haiku exige concentración, intensidad de visión, sentimiento y elipsis. El haiku pretende actuar como una piedra lanzada en el estanque de la mente de quien escucha o lee. Es poesía vivida, experiencia poética recreada, invitando al lector (...) a participar, más que a quedar mudo de emoción, en tanto que el poeta desaparece de la escena».
La tradición de la poesía zen distingue en el haiku cuatro «momentos», que se corresponden con otras tantas actitudes del artista:
SABI, o la tranquila soledad
El sabi tiene lugar cuando el entorno del artista está embebido en una completa soledad, en una paz intensa.
En la rama seca
está posado un grajo.
La tarde de otoño.Con la brisa de la tarde,
de nuevo el agua
lame la pata de la garza.Luna de agosto.
Hasta el portón irrumpe
la marejada.
WABI, o el reconocimiento de las cosas normales
Tiene lugar el wabi cuando el poeta se encuentra triste, y en un estado de vacuidad sensitiva. Entonces, las cosas más comunes, más cotidianas, se le hacen patentes en su asombrosa naturalidad.
Desolación del invierno.
En los charcos de lluvia
saltan los gorriones.
AWARE, o el eco del pasado
El aware se refiere a una tristeza más honda, a una emoción teñida de nostalgia.
Se va el otoño,
y escondido en la yerba
un arroyuelo.
YUGEN, o la percepción enigmática del sentido de las cosas
Cuando la visión reflejada en el haiku capta un hecho súbito y misterioso que deja tras de sí la estela de un enigma, se produce el estado de espíritu yugen.
Salta la trucha,
nubes cruzan el fondo
de la corriente.
Caracterizan a los haikus su referencia a asuntos de carácter emotivo, su tono, que suele ser de suave melancolía (añoranza, fugacidad del tiempo y de la vida...) y su marcado antiintelectualismo, con el uso constante de imágenes concretas, sin menoscabo, eso sí, del efecto de ambigüedad que envuelve al poema en su conjunto: esta indeterminación responde a que el artista zen intenta esbozar una imagen que deberá completar el lector.
Del haiku podemos aprovechar su estructura métrica (5-7-5), su capacidad sintética (condensar un estado emocional, un paisaje o una experiencia en tres brevísimos versos), y el uso de la imagen (esa vivencia tendrá que saltar a los ojos del lector, expresada en imágenes concretas). Pero lo más importante es evitar, a toda costa, lo gratuito. En el haiku todas las palabras, todas las imágenes, pagan peaje. Se trata, pues, de seleccionarlas con mucho cuidado, y estar muy atento a las relaciones que se establecen entre ellas.
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